Ellos dicen que no son los ùnicos; que son visibles solamente porque ocupan el escalòn màs bajo de la categorìa. Como a los otros no les interesa tener mala prensa, ellos sirven ahora para asustar incautos.
Y yo les creo. Porque quien haya pasado por aquella hora fatìdica en que se prendiò la luz sobre la oscuridad del hueco de sus bolsas y haya sentido el sonido de aquella orden perentoria que los puso contra una pared, con las manos alzadas gesticulando vacìas una plegaria de perdòn, quedò para siempre con el alma herida de ridìculo y verguenza.
Quien haya vivido la experiencia abrumadora de ser descubierto en flagrante delito no puede ya mentir.
Dicen que no han tenido escuela y que en este mundo siempre hay otros que aprovechan mejor las oportunidades. Hay un cierto desdèn en su tono cuando se refieren a los estamentos màs altos del gremio: no respetan la soberbia de los aseguradores ni la arrogancia de los banqueros; desprecian a los especuladores y a los usureros por su insensibilidad.
Dicen que no han tenido escuela y que en este mundo siempre hay otros que aprovechan mejor las oportunidades. Hay un cierto desdèn en su tono cuando se refieren a los estamentos màs altos del gremio: no respetan la soberbia de los aseguradores ni la arrogancia de los banqueros; desprecian a los especuladores y a los usureros por su insensibilidad.
Les veo las ropas con las cicatrices del tiempo, las herramientas toscas, y comprendo que dicen la verdad cuando cuentan, como disculpàndose, que atacando la propiedad ajena sòlo tratan de equilibrar la balanza.
Sus magros botines ùnicamente alcanzan para el cartòn de leche, algùn pan y el pasaje del colectivo; por lo tanto, un poco por principio y otro poco por falta de recursos, no compran jamàs un arma. Van casi desnudos a su trabajo nocturno y muchas veces se ven vejados por patrones que, ellos sì armados hasta los dientes, los insultan, los humillan y los corren a patadas, dejàndoles marcas inolvidables en el cuerpo y en el ànimo.
Tienen la voz grave y la resignaciòn caracterìstica de los perdedores perennes cuando rechazan con ademanes dignos el argumento de un sistema social injusto: no se escudan en remilgos y se hacen cargo de sus responsabilidades de garfio y ganzùa. Reivindican un orgullo de clase ya pasado de moda y aceptan estoicamente su destino de especie en extinciòn.
Sus magros botines ùnicamente alcanzan para el cartòn de leche, algùn pan y el pasaje del colectivo; por lo tanto, un poco por principio y otro poco por falta de recursos, no compran jamàs un arma. Van casi desnudos a su trabajo nocturno y muchas veces se ven vejados por patrones que, ellos sì armados hasta los dientes, los insultan, los humillan y los corren a patadas, dejàndoles marcas inolvidables en el cuerpo y en el ànimo.
Tienen la voz grave y la resignaciòn caracterìstica de los perdedores perennes cuando rechazan con ademanes dignos el argumento de un sistema social injusto: no se escudan en remilgos y se hacen cargo de sus responsabilidades de garfio y ganzùa. Reivindican un orgullo de clase ya pasado de moda y aceptan estoicamente su destino de especie en extinciòn.
Creen firmemente en el ser humano y lo imaginan con un hembriòn de justicia en su interior; y eso los diferencia de los demàs ladrones. Sòlo los mantiene vivos esa fe.
Tuvieron la prueba del milagro cuando encontraron aquel santo varòn que los esperò largas e insomnes noches para abrirles la ventana, servirles amablemente cognac y, entre arrepentido y aliviado, les dijo: “yo robé impunemente al amparo de las leyes; me siento podrido por dentro. Tomen, esto es para ustedes, para premiar su integridad y coherencia”. Y les entregó toda la fortuna que habìa amasado en su vida.
Nessun commento:
Posta un commento