Los atentados a las Torres Gemelas en New York opacó la presencia mediática del otro atentado: el derrocamiento del presidente Salvador Allende en Chile, realizado 28 años antes.
Lo de las Torres Gemelas, ateniéndonos a las investigaciones estadounidenses, fue producido por la organización Al Qaida como respuesta a la intervención occidental en el “mundo islámico”. Sobre estos atentados queda aún mucho por aclarar. Hay grandes dudas y preguntas sin respuestas sobre las causas del derrumbe de los dos edificios. No se habla más en la prensa del atentado al Pentágono ni del otro avión caído en Pennsylvania por las grandes contradicciones entre lo declarado por el gobierno Bush y las pruebas físicas (o la falta de ellas) encontradas in situ.
Lo único que sí podemos aseverar es que como represalia, EEUU ha lanzado la invasión a Afganistan y luego, con falsas pruebas, la invasión a Irak. Se conjetura un accionar conjunto entre Bin Laden, líder de Al Qaida y los “halcones gallinas” seguidores de Bush para crear las condiciones favorables que han permitido la invasión de los dos países para quedarse con el petróleo de la zona.
El otro 11 de Setiembre, el de Chile, fue un golpe de Estado promocionado, auspiciado y financiado por la Casa Blanca de EEUU. El ejecutor material fue el celebérrimo Pinochet, creador del Plan Cóndor, destinado a la desaparición forzada de toda oposición a la instauración del neoliberismo en Latinoamerica.
Si bien existían ya algunos paises en Latinoamerica con gobiernos dictatoriales, el golpe de Pinochet abrió una nueva escala en la represión y control de la población local. En poco tiempo varios países de la región, siguiendo la Doctrina de la Seguridad Interior, que definía como escenario de la Tercera Guerra Mundial todo el territorio del subcontinente, se lanzaron a una persecusión salvaje a todo disidente u opositor a las políticas que favorecían el saqueo de las economías regionales por las multinacionales.
El apoyo de EEUU a todos los golpes de Estado que se produjeron en cadena a partir del 11 de Setiembre de 1973 fue explícito y generoso. No sólo se dió apoyo moral y político, sino que también los EEUU dieron apoyo logístico, ideológico y económico a sus socios locales.
Para los paises afectados se abrió un época de terrorismo de Estado, signándose por la desaparición forzada de las personas, el aniquilamiento de etnías y la transformación profunda de las economías nacionales. Un genocidio que aún hoy tiene sus heridas abiertas.
Aunque las comparaciones sean odiosas en algunos casos, hoy llama la atención cómo los medios de todo el mundo se dedican al recuerdo de los atentados a las Torres Gemelas y “olvidan” literalmente el golpe de estado en Chile. Las víctimas de las Torres Gemelas fueron alrededor de 3.000 personas. Las víctimas que se fueron sumando en Latinoamérica a partir del golpe a Allende multiplican esa cifra por 1.000.
Hoy el mundo acepta pasivamente los encarcelamientos ilegales en Guantánamo, la aplicación de la tortura, la reducción de los derechos civiles en pos de una supuesta “seguridad”. Mientras tanto, se sigue negando la justicia para tratar y condenar los delitos contra la humanidad que la doctrina de Seguridad Nacional provocó en los paises latinoamericanos.
No es de extrañarse, entonces, que los latinoamericanos retengamos que la amenaza que nos aterroriza venga de los EEUU y no de otra parte.
Lo de las Torres Gemelas, ateniéndonos a las investigaciones estadounidenses, fue producido por la organización Al Qaida como respuesta a la intervención occidental en el “mundo islámico”. Sobre estos atentados queda aún mucho por aclarar. Hay grandes dudas y preguntas sin respuestas sobre las causas del derrumbe de los dos edificios. No se habla más en la prensa del atentado al Pentágono ni del otro avión caído en Pennsylvania por las grandes contradicciones entre lo declarado por el gobierno Bush y las pruebas físicas (o la falta de ellas) encontradas in situ.
Lo único que sí podemos aseverar es que como represalia, EEUU ha lanzado la invasión a Afganistan y luego, con falsas pruebas, la invasión a Irak. Se conjetura un accionar conjunto entre Bin Laden, líder de Al Qaida y los “halcones gallinas” seguidores de Bush para crear las condiciones favorables que han permitido la invasión de los dos países para quedarse con el petróleo de la zona.
El otro 11 de Setiembre, el de Chile, fue un golpe de Estado promocionado, auspiciado y financiado por la Casa Blanca de EEUU. El ejecutor material fue el celebérrimo Pinochet, creador del Plan Cóndor, destinado a la desaparición forzada de toda oposición a la instauración del neoliberismo en Latinoamerica.
Si bien existían ya algunos paises en Latinoamerica con gobiernos dictatoriales, el golpe de Pinochet abrió una nueva escala en la represión y control de la población local. En poco tiempo varios países de la región, siguiendo la Doctrina de la Seguridad Interior, que definía como escenario de la Tercera Guerra Mundial todo el territorio del subcontinente, se lanzaron a una persecusión salvaje a todo disidente u opositor a las políticas que favorecían el saqueo de las economías regionales por las multinacionales.
El apoyo de EEUU a todos los golpes de Estado que se produjeron en cadena a partir del 11 de Setiembre de 1973 fue explícito y generoso. No sólo se dió apoyo moral y político, sino que también los EEUU dieron apoyo logístico, ideológico y económico a sus socios locales.
Para los paises afectados se abrió un época de terrorismo de Estado, signándose por la desaparición forzada de las personas, el aniquilamiento de etnías y la transformación profunda de las economías nacionales. Un genocidio que aún hoy tiene sus heridas abiertas.
Aunque las comparaciones sean odiosas en algunos casos, hoy llama la atención cómo los medios de todo el mundo se dedican al recuerdo de los atentados a las Torres Gemelas y “olvidan” literalmente el golpe de estado en Chile. Las víctimas de las Torres Gemelas fueron alrededor de 3.000 personas. Las víctimas que se fueron sumando en Latinoamérica a partir del golpe a Allende multiplican esa cifra por 1.000.
Hoy el mundo acepta pasivamente los encarcelamientos ilegales en Guantánamo, la aplicación de la tortura, la reducción de los derechos civiles en pos de una supuesta “seguridad”. Mientras tanto, se sigue negando la justicia para tratar y condenar los delitos contra la humanidad que la doctrina de Seguridad Nacional provocó en los paises latinoamericanos.
No es de extrañarse, entonces, que los latinoamericanos retengamos que la amenaza que nos aterroriza venga de los EEUU y no de otra parte.
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