Como un monstruo impertinente se presentò hoy el fantasma del futuro.
Mientras espiaba desde mis letras dudosas los torpes pasos andinos de los hieleros
del Chimborazo, la sombra macabra me sacò de la dulce visiòn velada de los
hombres marchando en las alturas nevadas. Al igual que ellos, pero por distintos
motivos, me quedè sin aire.
En mi infancia, cuando me acosaban con la vieja letanìa de "què vas a hacer
cuando seas grande ?", me ponìa a fantasear con inventadas profesiones que
nada tenìan que ver ni con la burocracia ni con el mundo acadèmico. Admiraba
los exploradores y los aventureros, los piratas y los buscadores de oro; las junglas
inextricables, las montañas vìrgenes y los desiertos con historia siguen hoy
pellizcando mi curiosidad. Pero no fui nunca lo suficientemente audaz como para
dedicarles por entero mi vida. Mediocremente, me quedè a mitad de camino y
de este ancho y largo planeta apenas conozco algunos puntitos.
Igualmente puedo decir que no me arrepiento de nada. Vivì intensamente y
con toda la pasiòn que un corazòn humano pueda dar. Caminè valles y
quebradas, y me hermanè con un pueblo olvidado. Ahora, por extrañas
circunstancias, otras estrellas me iluminan y continuo a divertirme cuando pierdo
el rumbo porque el Sol alumbra al revès. Mi Norte sigue siendo el Sur y las nostalgias
de mi gente son la prueba que he vivido en armonìa, aunque las mentes
civilizadas piensan que soy un caos.
En algunos momentos fui el agua y el fuego; en otros, màs calmos, el aire y la
tierra, pero tampoco pude manejarme con maestrìa dentro de las condiciones
que guiaban los eventos. Quizàs mi inteligencia se viò opacada por un cierto
romanticismo, pues con ànimo melancòlico me dejè arrastrar por vientos
encontrados y siguiendo el instinto, encerrè en un rincòn oscuro la razòn. Nunca
pude obedecer, y esto se lo debo a mi padre que fue un anarquista sin saberlo;
siempre coleccionè billetes y monedas de todos los paìses porque me atraìan sus
filigranas multicolores y los idiomas exòticos, pero jamàs pude dar un valor al
dinero. Siempre, para mì, fue papel pintado. Cometì el error de menospreciar
estas cosas tan necesarias para guiarse en la vida, pero tambièn sè que no me
equivoquè.
Hoy me hicieron casi aquella misma pregunta y de golpe me encontrè
haciendo un inventario. Pero desde mi edad ya no tengo tiempo para fantasìas.
Le conozco demasiado bien la cara a la realidad como para hacerme ilusiones.
Proyectarme a un futuro, a diez, quince años me llena el alma de incertidumbre. Si
todavìa hoy no tengo nada, todo lo perdì, y estoy todos los dìas partiendo desde
cero, còmo puedo saber què voy a hacer de mi vida dentro de tanto tiempo ?
Hacerme una jubilaciòn ? Ahorrar cada mes un poco de lo que no tengo para
cuando llegue el momento de pagar el mèdico o el funeral ? Còmo ?
No poseo estadìsticas familiares para saber si sigo una tendencia a morir joven,
pero tengo una certeza epidèrmica de que ya estoy cerca del momento final.
Serà porque no me veo en una silla de ruedas babeando incongruencias por
años, serà por el convencimiento visceral de que es mejor no molestar a los
demàs con tantas ñañas; y asì las cosas, me imagino como mi abuelo, cerrando
los ojos y no despertàndome màs.
Sin embargo, hoy quiero vivir, gozar cada momento con alma y vida. Escurrirle
el bulto a todo lo que huela a problemas banales, superficiales o frìvolos. Ya tengo
algunos achaques que me obligan a recorrer un presente estrecho y no muy
jovial, pero no me quiero perder ningùn afecto, ningùn contacto. Todo lo dì, todo
lo estoy aùn dando, nada pido. Sòlo poder vivir hoy como si fuera lo ùltimo.
Mañana serà otro dìa y ya veremos.
Mientras espiaba desde mis letras dudosas los torpes pasos andinos de los hieleros
del Chimborazo, la sombra macabra me sacò de la dulce visiòn velada de los
hombres marchando en las alturas nevadas. Al igual que ellos, pero por distintos
motivos, me quedè sin aire.
En mi infancia, cuando me acosaban con la vieja letanìa de "què vas a hacer
cuando seas grande ?", me ponìa a fantasear con inventadas profesiones que
nada tenìan que ver ni con la burocracia ni con el mundo acadèmico. Admiraba
los exploradores y los aventureros, los piratas y los buscadores de oro; las junglas
inextricables, las montañas vìrgenes y los desiertos con historia siguen hoy
pellizcando mi curiosidad. Pero no fui nunca lo suficientemente audaz como para
dedicarles por entero mi vida. Mediocremente, me quedè a mitad de camino y
de este ancho y largo planeta apenas conozco algunos puntitos.
Igualmente puedo decir que no me arrepiento de nada. Vivì intensamente y
con toda la pasiòn que un corazòn humano pueda dar. Caminè valles y
quebradas, y me hermanè con un pueblo olvidado. Ahora, por extrañas
circunstancias, otras estrellas me iluminan y continuo a divertirme cuando pierdo
el rumbo porque el Sol alumbra al revès. Mi Norte sigue siendo el Sur y las nostalgias
de mi gente son la prueba que he vivido en armonìa, aunque las mentes
civilizadas piensan que soy un caos.
En algunos momentos fui el agua y el fuego; en otros, màs calmos, el aire y la
tierra, pero tampoco pude manejarme con maestrìa dentro de las condiciones
que guiaban los eventos. Quizàs mi inteligencia se viò opacada por un cierto
romanticismo, pues con ànimo melancòlico me dejè arrastrar por vientos
encontrados y siguiendo el instinto, encerrè en un rincòn oscuro la razòn. Nunca
pude obedecer, y esto se lo debo a mi padre que fue un anarquista sin saberlo;
siempre coleccionè billetes y monedas de todos los paìses porque me atraìan sus
filigranas multicolores y los idiomas exòticos, pero jamàs pude dar un valor al
dinero. Siempre, para mì, fue papel pintado. Cometì el error de menospreciar
estas cosas tan necesarias para guiarse en la vida, pero tambièn sè que no me
equivoquè.
Hoy me hicieron casi aquella misma pregunta y de golpe me encontrè
haciendo un inventario. Pero desde mi edad ya no tengo tiempo para fantasìas.
Le conozco demasiado bien la cara a la realidad como para hacerme ilusiones.
Proyectarme a un futuro, a diez, quince años me llena el alma de incertidumbre. Si
todavìa hoy no tengo nada, todo lo perdì, y estoy todos los dìas partiendo desde
cero, còmo puedo saber què voy a hacer de mi vida dentro de tanto tiempo ?
Hacerme una jubilaciòn ? Ahorrar cada mes un poco de lo que no tengo para
cuando llegue el momento de pagar el mèdico o el funeral ? Còmo ?
No poseo estadìsticas familiares para saber si sigo una tendencia a morir joven,
pero tengo una certeza epidèrmica de que ya estoy cerca del momento final.
Serà porque no me veo en una silla de ruedas babeando incongruencias por
años, serà por el convencimiento visceral de que es mejor no molestar a los
demàs con tantas ñañas; y asì las cosas, me imagino como mi abuelo, cerrando
los ojos y no despertàndome màs.
Sin embargo, hoy quiero vivir, gozar cada momento con alma y vida. Escurrirle
el bulto a todo lo que huela a problemas banales, superficiales o frìvolos. Ya tengo
algunos achaques que me obligan a recorrer un presente estrecho y no muy
jovial, pero no me quiero perder ningùn afecto, ningùn contacto. Todo lo dì, todo
lo estoy aùn dando, nada pido. Sòlo poder vivir hoy como si fuera lo ùltimo.
Mañana serà otro dìa y ya veremos.
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